El Inmortal Puño de Hierro 1 (Ed Brubaker, Matt Fraction, David Aja, Travel Foreman, John Severin, Russ Heath y Sal Buscema). Panini, 2008. Cartoné. 176 págs. Color. 16,50 €
Cuando una colección nace como miniserie y hay que modificar la planificación original para convertirla en serie regular, algo está pasando. Si además de la aceptación por parte del público encontramos con una respuesta de la crítica también positiva, da la sensación de que realmente nos encontramos ante algo que merece la pena, pero, ¿realmente es así?
Ed Brubaker aporta el argumento a grandes rasgos, y se nota. Su apetencia por las organizaciones criminales, las conspiraciones y las traiciones tan presentes en su Capitán América se dejan sentir también aquí. Matt Fraction escribe a un Daniel Rand-Puño de Hierro con un importante sentido del humor, algo que se agradece en una serie de tintes oscuros como esta y que a menudo es el punto de contraste que sirve para aliviar la tensión y humanizar un poco más al héroe, un poco al estilo Spider-Man. Sin embargo, los seis números que contiene este número saben a poco. Una buena dosificación del ritmo logra un balance bastante compensado entre la descompresión que se ha impuesto en nuestros días y la acción, con dos últimos números donde todo estalla por los aires y nos encontramos con el enfrentamiento final, aunque no definitivo. Sin duda, la historia no ha hecho más que arrancar y actualización que supone la dinastía de los Puño de Hierro puede dar lugar a argumentos interesantes y spin-offs en el futuro. Bueno, en realidad ya lo está haciendo. Pero no todo es tan bonito. El argumento aportado por Brubaker por sí sólo no es suficiente para sostener la historia durante unas 150 páginas. Se echa en falta una trama un poco más elaborada, como por ejemplo la que podemos encontrar en Capitán América o en Daredevil, algún giro inesperado, alguna «manipulación en la sombra» más retorcida. Es cierto que en sus breves apariciones, las Hijas del Dragón y Powerman están en su papel, que un nuevo personaje carismático hace aparición y que el villano es un viejo conocido y a la vez una sorpresa, pero no parecen elementos suficientes para mantener el interés durante tantas páginas. Los flashbacks en cada número se quedan a medio camino y a la vez que no acaban de aportar información relevante, restan páginas al desarrollo de la trama principal. Todos estas características no son detalles mayores, pero van lastrando la historia de manera que tras la lectura del tomo completo queda una sensación de haber leído algo bastante intrascendente.
Otra cosa es el apartado gráfico, donde encontramos no uno, sino varios dibujantes muy interesantes. Gran parte del éxito de este Inmortal Puño de Hierro se debe a su grafismo: David Aja, el dibujante principal, es un buen creador de ambientes, sucios y herederos del género negro, a la manera de Michael Lark en, por ejemplo, Daredevil. Se preocupa por tratar de innovar sin perder un aire de narrador clásico, convirtiendo algunas páginas en lecciones de coreografía, jugando con el ritmo y la composición, los encuadres, la simetría, invirtiendo el orden de lectura, utilizando la cámara lenta, ofreciendo impactantes splash, cambiando de registro gráfico a su antojo (pero casi siempre con una intención), homenajeando indistintamente a Steranko, Giambattista Piranesi y al cine de acción. No descubre nada nuevo, pero al menos se preocupa de ofrecer unas páginas atractivas que ha planificado en detalle para producir un efecto en el lector y que, y esto es muy importante, se entienden a la primera. Demuestra, en definitiva, que se está divirtiendo haciendo esta serie, y consigue transmitir su apasionamiento al lector. No dudo que David Aja nos va a ofrecer en el mundo de los superhéroes (aparte de los que ya nos ha ofrecido) muy buenos momentos.
También es interesante reseñar el trabajo de los dibujantes invitados en cada número, que se encargan de ilustrar las secuencias de flashback. Por una parte tenemos a Travel Foreman, que cumple sin más, y por otra a varios nombres de la historieta ya clásicos. Es cierto que todos ellos han conocido mejores tiempos y que su trabajo en estas páginas no pasa de rutinario, pero es agradable comprobar que Russ Heath, John Severin y Sal Buscema siguen en activo, aunque sea con unas páginas testimoniales.
A pesar de los defectos mencionados, esta serie da la sensación de que puede mejorar bastante y ofrecer muy buenos momentos en próximas entregas, tras esta presentación inicial. Esperemos que al no tratarse de uno de los personajes «hot» de la compañía la libertad creativa sea suficiente para ofrecer algunas historias menos trilladas y sujetas a presiones editoriales de lo habitual. De momento, la serie va bien encaminada.
Interesante, pero no resiste una purga por motivos de espacio
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